Probablemente, uno de los vocablos más escuchados en los últimos años en los contextos económico empresariales, dice relación con la innovación, entendida como el proceso el proceso de crear o mejorar productos, servicios, procesos o modelos de negocio de manera que sean generadores de nuevo valor. En la práctica, se aduce a la necesidad de introducir algo que sea nuevo para el mercado, que sea consistente con la mejora significativa en los beneficios que se aportan a la sociedad.
En efecto, innovar significa transformar ideas en soluciones de mercado que generen valor, adaptándose a las necesidades del entorno, residiendo en el fondo la idea de cambio permanente y sostenido. Por cierto, la idea de generar ideas distintas y novedosas y constituirlas en bienes y servicios valiosos para la sociedad es clave en un escenario contemporáneo que, no obstante reconocer lo anterior como factor de desarrollo, también genera limitaciones para su desenvolvimiento y consecución.
Un elemento que contrasta con las posibilidades de distinción e innovación es la convergencia estratégica y tecnológica, entendida como el proceso mediante el cual diferentes configuraciones organizacionales y tecnologías, que solían estar separadas, se combinan para crear nuevos productos, servicios o sistemas más complejos y multifuncionales. En efecto, sistemas, organizaciones y tecnologías tienden a integrarse y, a pesar de adquirir la capacidad de realizar múltiples funciones y derribar barreras entre industrias y sectores generando de soluciones interconectadas, propician también el surgimiento de fuerzas competitivas que tienden a provocar la similitud de modelos de negocios y formas de competir.
Visto así, ¿Cómo promover entonces los procesos de innovación y cambio en escenarios donde las organizaciones tienden estratégicamente a parecerse y a converger en un conjunto acotado de tecnologías?
La respuesta a ello nos invita a articular, encadenar y eslabonar, esta vez socialmente, aprovechando a la par el impulso de mercado que esa convergencia tecnológica genera en los espacios de interoperabilidad, que buscan asegurar que diferentes tecnologías funcionen eficaz y eficientemente juntas, en una idea de asociatividad que no lucha contra las fuerzas tecnológicas y de mercado, sino que más bien las aprovecha para transformar y construir socialmente la competitividad, precisamente a partir de la integración de múltiples tecnologías que anteriormente funcionaban de manera independiente y que invitan a reunirse, ahora, en un espacio compartido, sistémico y complejo.
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