Los de mi generación, aquella que se acerca al medio siglo de vida y que pasaron su infancia y adolescencia en la comuna de Talcahuano, recordarán que crecimos con una consigna que resonaba permanentemente entre nosotros, al momento de presentar nuestro “terruño”… formábamos parte de ese selecto grupo de habitantes del primer puerto militar, industrial y pesquero de Chile. Esa sola idea, conformadora de identidad, señalaba una impronta que era fervientemente compartida por quienes también nos hacíamos llamar bajo el gentilicio coloquial de “choreros”.
¿Cuánto de esa identidad hemos logrado preservar, cultivar y (re) construir en nuestra querida ciudad? Para darnos claridad frente a la pregunta, tal vez sea preciso hacer repaso a la historia, de esa reciente y también de aquella que no lo es tanto.
La impronta de puerto militar se comienza a gestar en el territorio que hoy conforma Talcahuano desde la época de instalación de la corona hispana, allá a mediados del 1700, cuando fue declarado “Puerto de Registro Surgidero y Amarradero de Naves”. Así, desde aquella época el puerto ha construido su fisonomía militar en torno a lo que hoy conocemos como base naval.
Luego, en los albores del siglo XX, se comienza a gestar en Talcahuano el carácter de puerto de mercancías y a mediados del mismo siglo, comienza a emerger el carácter industrial de la comuna, propiciada por CORFO mediante las instalaciones productivas de CAP y ENAP y más tarde ASMAR como los más relevantes empujes para la constitución luego, de un extenso barrio industrial con industria siderúrgica, aceros, terminales marítimos y terrestres de petróleo y derivados, oleoductos, gasoductos, industria química, cementera, entre otras tantas.
La pesca por su parte, intensa en actividad tanto artesanal como industrial, vivió su mejor época económico productiva en la década de 1990 y se extendió hasta inicios del 2000, tiempo en el cual una severa crisis de sostenibilidad afectó al desarrollo de la industria. En la actualidad, lejos quedan esos tiempos donde prácticamente una veintena de plantas industriales dinamizaban la economía local y hoy escasos establecimientos industriales se sostienen en la comuna.
Así es que emerge hoy esta visión, que se vale de las tradiciones históricas de nuestra querida ciudad para concluir con nostalgia respecto de lo poco de aquello que engrandeció la ciudad. Hoy nos queda aquello de puerto militar enclavado en la base naval, algo poco de actividad pesquera y lamentablemente muy poco de la dinámica industrial. Exactamente… muy poco de actividad industrial… y cada vez menos.
Hace unas semanas se confirmó la decisión por parte de CAP de cerrar definitivamente las operaciones de la siderúrgica Huachipato, otrora empresa singular de la dinámica industrial chorera. Con operaciones muy limitadas y afectadas por una competitividad internacional que no dejaba margen de maniobra, sus ejecutivos han optado por cesar en los esfuerzos por sostener la actividad.
Y así, hoy no sólo vemos con nostalgia lo que un día fue Talcahuano y cada vez avanza más rápido a dejar de ser. Emerge entonces el temor respecto del devenir futuro de la economía. No solo local, sino que también regional. Y es que la pérdida de la siderúrgica no es sólo una actividad productiva que se cierra, son además miles de empleos directos e indirectos que se pierden, variadas actividades de servicios conexos que se resienten y a través de ello, toda una dinámica productiva y comercial se afecta a través de la pérdida de ingresos en la localidad. En la práctica, menor bienestar económico productivo para las familias de la comuna y la región nos espera.
Queda ahora la pregunta, que emerge casi como un desafío… después de todo esto, ¿qué?... no se visualizan nuevas inversiones que sean capaces de capitalizar las competencias y saberes que en torno a la industria quedarán latentes en la comuna. Y es que lo más lamentable no es sólo la pérdida de actividad económica, sino además la manera en que se da la espalda a saberes, conocimientos y capacidades que por años se construyeron. Ser capaces de prospectar el futuro para capitalizar y proyectar ese conocimiento que yace en las tradiciones e historia del territorio ha de ser la consigna actual. Quizás, para volver a ser mucho más ese primer puerto militar industrial y pesquero y menos, un puerto de ricas tradiciones, que solo recordamos con nostalgia y proyectamos al futuro con temores.
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