Un estudio cuantitativo realizado vía encuestas online, recientemente puesto a disposición por GFK Adimark señala que un 80% de los encuestados tiende a recordar las empresas vinculadas con hechos negativos. Entre otros objetivos, dicho estudio tuvo como objetivo el recoger aquellos ámbitos más relevantes en la construcción de percepción de un buen actuar de parte de una empresa.
Para la reflexión, a partir de lo que se ha observado en el último tiempo, cabe consignar que las organizaciones en general, y por cierto las empresas en particular, deben comprender que el escenario competitivo contemporáneo se encuentra fuertemente señalado, a lo menos, por tres fuerzas claves, que recursivamente se van retroalimentando de manera sistémica y compleja.
En primer lugar, la disponibilidad de mayor cantidad de datos e información exige un esfuerzo funcional a ello, relacionado a la transparencia por parte de las organizaciones. En efecto, antaño podía suponerse que no existían todas las posibilidades técnicas para poner a disposición de la sociedad toda la información concerniente a las operaciones empresariales. Hoy, dado que la disponibilidad tecnológica para el procesamiento de datos es inmensa, las empresas han de desenvolver un esfuerzo mayor, más activo, en poner a disposición de la sociedad todo tipo de información, más allá si ello constituye una solicitud específica de algún actor en particular o una exigencia de carácter legal.
En segundo lugar y tal vez muy relacionado a lo anterior, pero en una óptica de dar un paso adelante en ello, se requiere no sólo poner a disposición datos sino que también abordar aquellos aspectos cualitativos relacionados a las operaciones empresariales, que pudiendo escapar a lo estrictamente cuantificable, son claves al momento de considerar las percepciones de la sociedad sobre las operaciones productivas. Es decir, la disponibilidad de datos debe ser también objeto de una conversación abierta con la sociedad y en ello cabe reconocer que muchas empresas aún carecen de unidades especialmente encargadas de desarrollar estos vínculos de conversación estratégica con la comunidad, más allá de lo estrictamente legal, instrumental, o incluso en lo que podría comprenderse como mera publicidad o relaciones públicas. En efecto, aquí hay que entender que no se trata sólo de relacionarse con la comunidad en virtud de lograr avanzar en algún proyecto concreto, sino más bien se trata de establecer espacios permanentes de monitoreo abierto a todas las preocupaciones mutuas que puedan surgir en la relación entre empresa y comunidad, en lo cual queda la percepción de que a las empresas les falta aún mucho terreno por avanzar.
Y en tercer lugar, cabe desarrollar con mayor vigor una vinculación estratégica con el territorio, incorporando a la sociedad del territorio cercano, de manera productiva, a las operaciones empresariales. Aquí, el desarrollo de proveedores y de servicios conexos del entorno territorial inmediato a las empresas, que puedan incorporarse productivamente a trabajar en su cadena de valor sería esencial, no sólo para desarrollar una vinculación con el medio más estratégica por parte de las empresas, sino que también para fortalecer la eficiencia sistémica del territorio y la competitividad de las operaciones empresariales.
Estos tres elementos, a mi juicio, más todo lo relacionado obviamente al imperativo de sostener una actuación permanentemente enmarcada en elevados estándares éticos, colaborarían decisivamente a mejorar la percepción de la sociedad respecto de las organizaciones en general y de las empresas en particular.
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