Desde la perspectiva de la economía clásica la necesidad de vincular los elementos territoriales para la competitividad en las estrategias de desarrollo en general y de desarrollo económico en particular, probablemente, ha sido una de las dimensiones menos consideradas. No obstante ello, los análisis competitivos de las cadenas productivas dan cuenta de la relevancia que tienen los factores del entorno territorial para el desarrollo y la competitividad de las empresas participantes de dichas cadenas productivas y por lo tanto, a su vez, hacen referencia explícita a la necesidad de potenciar los entornos territoriales, a modo de transformarlos en plataformas competitivas para las empresas en ellos instaladas y que, a partir de allí, participan de las corrientes de flujos económicos globales.
De acuerdo a lo anterior, se podría plantear entonces, que se vuelve imperativo para el desarrollo de una determinada región geográfica, asumir la óptica de la competitividad territorial, en la perspectiva de aportar a la capacidad territorial de ser soporte competitivo para su desarrollo, bajo una lógica estratégica que tienda a incrementar el potencial de rentabilidad de las unidades productivas y a maximizar resultados de las operaciones económicas y productivas realizadas en una región determinada.
De esta forma, es preciso plantear el por qué se ha de considerar el territorio como parte fundamental en una estrategia promotora del desarrollo en general y económico en particular, toda vez que no se suele considerar en profundidad el aporte de los elementos territoriales al potenciamiento del desarrollo y por lo mismo, tampoco se ha considerado el tema del diferencial de resultados económicos que pueden alcanzarse por la vía del fortalecimiento competitivo territorial, aunque se reconozca al entorno que rodea a los sectores productivos como una variable central en el grado de desarrollo económico y competitividad que se pueda alcanzar.
En este contexto, cuatro ejes teórico conceptuales son claves para graficar este foco. En primer lugar, una revisión en torno a algunas perspectivas comprensivas y evolutivas en torno a la idea de desarrollo, comenzando desde aquella noción clásica más cercana a la economía y que por cierto ha ido paulatinamente ampliándose conforme se incorporan en la noción visiones más complejas de índole social, institucional, cultural y ambiental, entre tantas otras aristas reflejan la importancia que han ido adquiriendo los enfoques territoriales.
Al respecto, algunas corrientes teóricas señalan que, para fortalecer los procesos económicos, se requiere reconocer que los territorios necesitan desarrollar capacidades competitivas que se construyan a partir de sus propias realidades productivas. Ello permitiría hacer frente en forma oportuna, eficiente y sostenida a los desafíos del escenario competitivo contemporáneo. Esto implica, desde una perspectiva sistémica, que la calidad y grado de competitividad empresarial, es un proceso que se construye a partir del fortalecimiento de los territorios en un sentido articulado y complejo.
Aparece luego la “eficiencia colectiva” territorial como otro enfoque de relevancia. En este plano, la capacidad de insertarse competitivamente en los flujos económicos globales es la resultante del nivel de eficiencia colectiva que se logre en los territorios, constituyendo esto un factor cardinal de competitividad y desarrollo económico. En este caso, la competitividad es función de las capacidades que se desarrollen en el territorio, al momento de articular, en un sistema de valor territorial complejo, los recursos técnicos, humanos, financieros y de conocimiento que se dispongan, de manera que la inserción en los flujos económicos desarrolle fuerza de conjunto y mayor grado de sostenibilidad. Surge aquí la importancia de los enfoques que plantean la necesidad de potenciar, de manera compleja, las vinculaciones entre agentes ligados al ambiente económico productivo regional, con el fin de estimular resultados sinérgicos y alcanzar mayores grados de eficiencia colectiva.
Lo anterior, tiene que ver con el grado de competitividad superior y distintiva que habría de alcanzarse de la conjunción sistémica territorial de empresas e instituciones, apareciendo el concepto de “competitividad sistémica” como un espacio teórico de síntesis respecto de la eficiencia colectiva. En este caso, la construcción de la competitividad surge de la interacción compleja y dinámica de los niveles meta, macro, meso y micro. Aun cuando los cuatro niveles son complementarios y condicionantes para la competitividad, el nivel meso se muestra como el que más aporta a su desarrollo, dado que es en este nivel donde se generan procesos de aprendizaje e innovación colectiva, que le entregan al sistema de valor una singularidad difícilmente imitable por los competidores. En definitiva, es en el nivel meso donde reside la formación de un entorno territorial que fomenta, articula y complementa los esfuerzos y estrategias en el territorio, puesto que da cuenta de una dinámica competitiva que depende de la capacidad que se puede gestar a partir de cada aglomeración productiva localizada y de la articulación estrecha y permanente entre los distintos agentes económicos y productivos del territorio. Se plantea que a partir de esta interacción, se generan procesos de aprendizaje e innovación en redes de colaboración, otorgándose un marco para la construcción de una competitividad y un desarrollo económico difícilmente imitable.
Con todo, estas ideas no hacen más que hacer explícita la importancia del territorio para el desarrollo y por lo mismo, revelan que no pueden dejar de considerarse los factores del territorio como parte integrante fundamental de las estrategias de desarrollo, dado que la competitividad será la resultante, tanto de un conjunto de recursos y competencias con que se cuente como también, de la calidad de los entramados e interacciones entre agentes que se produzcan en el territorio. Por ello, es preciso incorporar en las estrategias la promoción de los entornos territoriales, de modo de potenciarlos para luego, valerse de un entorno enriquecido desde el cual acrecentar la competitividad y difundir de manera más eficiente los resultados económicos.
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