Por estos días se ha comenzado a activar el proceso de definición de los presupuestos regionales para el 2021. En esta oportunidad, los análisis se darán en un contexto de pandemia, que golpea duramente al mundo y que, dada la necesidad de reducir los niveles de actividad para superar la crisis sanitaria, proyecta sus efectos hacia el mediano y largo plazo hacia una crisis socioeconómica muy compleja.
En este escenario, las distintas economías del orbe generan planes y medidas de distinta índole para mitigar los efectos de la crisis económica en ciernes y que, en el caso de Chile, ha significado anuncios que implican esfuerzos de gran magnitud para la economía nacional. Es este contexto de ajustes y reajustes los que marcarán esta vez la definición de los presupuestos regionales.
Al respecto, bajo una óptica de desarrollo regional, han de conjugarse dos visiones claves en el próximo presupuesto para la Región del Biobío; una de orden estructural, marcada por lo que han sido las últimas décadas del devenir regional y otra, de orden coyuntural, marcada por las urgencias generadas en el escenario de crisis.
En este sentido, es sugerente pensar que el presupuesto debe considerar la condición de rezago estructural de nuestra región, con más de dos décadas de un crecimiento económico inferior a la media nacional, que ha tenido ramificaciones importantes sobre el desarrollo social de la región, que ostenta índices de pobreza y desempleo superiores a los promedios nacionales. A su vez, en lo coyuntural, está claro que vivimos una crisis sanitaria que proyectará perjuicios socioeconómicos, donde ya sabemos que el comercio, servicios, turismo y transporte estarán inicialmente entre los sectores más afectados, siendo justamente estos sectores algunos de los más relevantes de la región.
En efecto, si consideramos que el presupuesto regional para el próximo periodo debiese considerar tanto la condición de rezago estructural de nuestra región, como también los impactos coyunturales que se generarán derivados de la crisis COVID-19, emerge la importancia de que la Región del Biobío cuente con un presupuesto reactivador, que tome en consideración la necesidad de desarrollar grandes inversiones.
En este sentido, en las medidas para mitigar los efectos socioeconómicos de crisis puede considerarse decisivamente el ámbito de la inversión en infraestructura como un ítem especialmente reactivador, donde el poner al día grandes proyectos logísticos de la región podrían ser considerados no sólo como espacios de inversión pública sino que además irían en la lógica estratégica de fortalecer estructuralmente a la región.
Aquí el desarrollo acelerado del puente industrial, nuevo puente ferroviario, el fortalecimiento de la ruta 160, el fortalecimiento de infraestructura portuaria, entre otros, no solo actuarían como generadores de empleo sino que además irían en la dirección de fortalecer la productividad de la región. En la misma dirección puede pensarse en infraestructura de riego, clave para la agricultura regional, junto con el desarrollo de caminos interiores. Resolver además requerimientos de agua potable para muchas comunas todavía complicadas, puede permitir pensar en una inversión pública reactivadora y con sentido de bienestar social.
Todos estos requerimientos, largamente añorados y que permanecen en medio de una coyuntura de crisis, pueden ser hoy abordados con visión de futuro, pensando en las necesidades estructurales largamente postergadas en la región y mirando la necesidad de reactivar la economía regional de cara al 2021.
* Columna Publicada por SABES
No hay comentarios:
Publicar un comentario