Frente a ello, emergen ciertas dudas y naturales aprehensiones toda vez que, siendo el Comité de Desarrollo Productivo Regional una experiencia piloto que, junto con Biobío, se comenzó a aplicar también en otras regiones, precisamente se gestó frente a la necesidad de promover la descentralización en el plano de las políticas de fomento productivo, por cierto en articulación con las políticas nacionales, pero focalizando hacia un desarrollo productivo territorial más dinámico y en consonancia a las características y diversidad territorial mediante transferencia de capacidad de tomar decisiones a los actores de las regiones.
En efecto, se podría poner fin a una instancia precisamente creada bajo la mirada de fortalecer la descentralización y de la cual bien se podrían recoger los aprendizajes y desafíos, en un enfoque de incrementismo lógico, para fortalecer la misma institucionalidad con miras potenciar las competencias de los actores de nivel regional en lo que a fomento productivo se refiere.
Más aún, si de descentralización y desarrollo productivo se trata, es fundamental en este caso considerar que el papel clave del Estado central es, tanto transferir recursos de inversión regional total, asociados por cierto a las atribuciones para la toma de decisiones respecto a los mismos, que son los ámbitos usualmente más señalados, pero también el generar oportunidades para el desarrollo de destrezas y aprendizajes estratégicos en los equipos regionales para incrementar su potencial de acción, y avanzar así hacia el desarrollo más descentralizado de políticas e instrumentos capaces de reconocer la diversidad territorial, atendiendo a las realidades específicas de cada espacio regional.
En este sentido, el crear espacios descentralizados y destinar recursos para ello, en la línea del Comité de Desarrollo Productivo Regional, en tan importante como sostener dichos espacios en el tiempo hasta consolidar el conocimiento territorial estratégicamente relevante, para alcanzar resultados sistémicos más profundos y extendidos que se traduzcan en políticas territoriales, toda vez que largas décadas de centralismo no se superan con institucionalidades con unos cuantos años de funcionamiento y aprendizaje. En efecto, la descentralización requiere de esfuerzos de largo plazo.
No parece eficiente por tanto el que, a poco andar, las instituciones creadas para abordar temáticas estructurales de larga data, como lo es la descentralización y el desarrollo productivo regional, se piense en ponerles término para intentar el abordaje otras instancias de corto plazo. En efecto, frente a temas estructurales de largo plazo se requiere sostener los esfuerzos e ir capitalizando paulatinamente aprendizajes con mirada de largo plazo, pues de otro modo se incrementan las ineficiencias de desarrollar instancias que no logran fortalecerse ni alcanzar logros estructurales frente a la prevalencia de lógicas evaluativas de corto plazo, que no propician tampoco avanzar en la necesaria descentralización que Chile requiere.
* Columna publicada por SABES
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